lunes, 24 de septiembre de 2012

Pájaro de la libertad



Quizá sea pronto para escribir lo que escribiré en los próximos minutos. Sólo sé que hoy te pienso más que ayer y las ganas de tenerte a mi lado son dulces y eternas.
Cada vez que te tengo entre mis brazos llenas de ternura mi alma, y te aferras a mí, perfumándome, acariciándome, y completas mi ser cuando tu mirada es profunda, llena de sinceridad.
Tal vez todo sucedió muy rápido. Tal vez por ello me siento así de bien. Pero es que, cariño, tus ojos me iluminaron desde aquella tarde cercana al río, y tu sonrisa era tan brillante, tan alegre, que al menos por aquél momento, mi querer floreció como la hermosa primavera.
Oh, qué dulce es tu canto en mi oído y tus besos al despertar. ¡Qué acogedor eres, pájaro de la libertad! Que vuela y ama el viento audaz. Podría jurarte que me envuelves con tu cálida luz. Me rodeas y me atas a tu cuerpo. Oh, me apego a ti, como el mar lo hace con la arena, como las gotas de la lluvia lo hacen con la tierra. ¡Qué dulce eres, divino ser!
Y no importa si mañana no puedo acariciarte, me gusta vivir el hoy, y HOY TE TENGO, te aprovecho, te conozco. No importa si tus pasos no desean seguir los míos, porque  siempre habitas mi ser y duermes sobre mi cuerpo, como agua de amapolas.
Oh, terneza, déjame ser parte de tu mundo. Déjame cuidarte, buscarte, y así sabrás que ya eres parte de mi ventura, de mi calor, de mi Universo. ¡Ahora me siento asombrada de vivir! Cariño, no te sueltes de mí.