Quizá sea pronto para escribir lo que escribiré en los próximos
minutos. Sólo sé que hoy te pienso más que ayer y las ganas de tenerte a mi
lado son dulces y eternas.
Cada vez que te tengo entre mis brazos llenas de ternura mi
alma, y te aferras a mí, perfumándome, acariciándome, y completas mi ser cuando
tu mirada es profunda, llena de sinceridad.
Tal vez todo sucedió muy rápido. Tal vez por ello me siento
así de bien. Pero es que, cariño, tus ojos me iluminaron desde aquella tarde
cercana al río, y tu sonrisa era tan brillante, tan alegre, que al menos por aquél
momento, mi querer floreció como la hermosa primavera.
Oh, qué dulce es tu canto en mi oído y tus besos al
despertar. ¡Qué acogedor eres, pájaro de la libertad! Que vuela y ama el viento
audaz. Podría jurarte que me envuelves con tu cálida luz. Me rodeas y me atas a
tu cuerpo. Oh, me apego a ti, como el mar lo hace con la arena, como las gotas
de la lluvia lo hacen con la tierra. ¡Qué dulce eres, divino ser!
Y no importa si mañana no puedo acariciarte, me gusta vivir
el hoy, y HOY TE TENGO, te aprovecho, te conozco. No importa si tus pasos no
desean seguir los míos, porque siempre
habitas mi ser y duermes sobre mi cuerpo, como agua de amapolas.
Oh, terneza, déjame ser parte de tu mundo. Déjame cuidarte, buscarte,
y así sabrás que ya eres parte de mi ventura, de mi calor, de mi Universo. ¡Ahora
me siento asombrada de vivir! Cariño, no te sueltes de mí.